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Septiembre, 2020
Finca Solmark entrevista a
Santiago Beruete
Sus inspiradores libros «Verdolatría» y «Jardinosofía» fueron de los primeros en formar parte de nuestra biblioteca de la Finca Solmark. Uno de sus principales lemas es «amar a las plantas es una forma de amar a todo lo viviente». Entusiasta y curioso por naturaleza, afirma que los valores imprescindibles para el cultivo de un jardín son también ingredientes básicos para una buena vida: constancia, perseverancia, humildad, paciencia, gratitud… Apasionado de las plantas, filósofo jardinero y antropólogo en las aulas, hoy entrevistamos a Santiago Beruete.
- Eres profesor, filósofo, antropólogo, escritor, divulgador, jardinero…. ¿te consideras «un poquito de todo» o sobresale especialmente alguna de esas facetas tuyas en el día a día?
Me gusta saltarme las barreras que separan artificialmente los géneros y las profesiones, salirme de la fila e ir más allá de las convenciones. Me gusta imaginarme como un filósofo jardinero o un antropólogo en las aulas, un curioso empedernido y un aprendiz de todo.
- ¿Cómo te organizas para que te dé tiempo a hacer tantas cosas?
Si disfrutas con lo que haces, cunde el tiempo. Tu escritorio va contigo a todas partes: escribes mientras paseas, creas mientras impartes clase, investigas mientras conversas con un amigo o un alumno…
- Para aquellos que no conozcan tu historia, ¿puedes comentarnos en qué momento decidiste centrarte en lo que realmente te apasiona y abandonar lo que ya no te aportaba disfrute?
La vida se burló de mis absurdas pretensiones, echó por tierra mis seguridades y me expuso a la intemperie. Creo que muchos de los que nos leen habrán experimentado esa sensación de final de etapa. Para superar esa crisis existencial tuve que desaprender muchas cosas y tomarme en serio la tarea de reengendrarme. No hace falta creer en la reencarnación de las almas, para entender que uno nace y muere varias veces en la vida…
- ¿Cómo fue ese proceso?
Lento. Intenté transformar las dificultades en una oportunidad de crecimiento. Como las plantas, crecí buscando la luz…
- ¿De dónde te viene tu amor por ellas?
De la infancia. Me crie en el jardín de mi abuela. El verde es el color de mis primeros recuerdos.
- ¿De dónde te nace la inquietud por escribir?
Escribir permite hablar con uno mismo y con una multitud sin romper el silencio. Clive S. Lewis decía que «leemos para saber que no estamos solos.», seguramente escribimos por la misma razón: para expresar nuestra singularidad y buscar interlocutores, semejantes entre nuestros semejantes.
- ¿Qué nos vamos a encontrar en tus libros “Jardinosofía” y “Verdolatría”?
Quien se interne por los senderos de Verdolatría (La naturaleza nos enseña a ser humamos) experimentará asombro, la emoción filosófica por excelencia y el principal acicate de la curiosidad. Su escritura intenta asimismo trasmitir el gozo de pensar creativamente y corregir nuestra tendencia a olvidarnos de lo evidente: el animal humano no está solo. Comparte el planeta con muchos otros seres vivos, más de un noventa por ciento de los cuales son plantas. Un hecho en el que nunca se insistirá suficiente es que todas las formas de vida están conectadas y sostienen un incesante diálogo las unas con las otras, del que nunca podemos decir que sabemos suficiente.
El canto subterráneo de las raíces, la epopeya escrita en las anillas concéntricas de los árboles, la sabiduría enigmática de las plantas con propiedades psicoactivas, la ética de la resistencia de las malas hierbas, el olvidado arte de criar malvas, la vocación de jardinópeda, las simbiosis sentimentales humanas, la alargada sombra del ecofascismo, la épica de los huertos urbanos, la floreciente industria de los muros verdes, los engaños de la agricultura orgánica, entre otros muchos temas tienen cabida en estas páginas, por las que se pasean jardineros ilustrados, ermitaños a sueldo, pensadores silvestres, luditas armados con azadones, cazadores de orquídeas, floricultoras sufragistas, mártires de la botánica, agricultores urbanos, landartistas, hortoterapeutas, multimillonarios paisajistas, robots jardineros y demás protagonistas de esta historia natural de la filosofía.
En cuanto a Jardinosofía (Una historia filosófica de los jardines), el propósito de este libro es mostrar que, además de representar una fuente de placer privado, los jardines han sido a lo largo de los siglos un vehículo de transmisión de ideas y saberes. Han plasmado de forma privilegiada la relación del hombre con la naturaleza y el espíritu de los tiempos. En esos oasis de verdor reverberan nuestros ideales morales, estéticos y políticos. Los jardines nos dicen muchas cosas acerca de lo que entendemos por una buena vida, de cómo nos representamos la felicidad los seres humanos y de la manera que tenemos de relacionarnos con nuestro entorno físico y nuestros prójimos.
- ¿Consideras que hay una relación directa entre la felicidad y la conexión a la naturaleza?
Los seres humanos siempre han engalanado sus ideas de una buena vida con flores y árboles, como si no pudieran imaginar la felicidad sin el verdor de las plantas. La utopía se respira en todos los jardines y huertos. No puedo concebir una buena vida desconectado de la naturaleza y, mucho menos aún, de la propia naturaleza.
Los valores implícitos en la creación y cuidado de un jardín: paciencia, perseverancia, humildad, esperanza, … animan e inducen a otras formas de compromiso con la tierra y con la sociedad. Muchos de los placeres físicos y los beneficios psicológicos que depara cultivar: serenidad, libertad, reposo, inocencia, … constituyen ingredientes esenciales de una buena vida. Sea cual sea esa receta, hay una corriente subterránea, un vínculo secreto que une la felicidad con los huertos y jardines desde los inicios de la civilización (Paraíso Terrenal, Edén, Campos Elíseos, Jardín de las delicias, …), y que convierte a estos en islas de perfección, fragmentos del paraíso, oasis de verdor.
- En estos momentos, parece que de repente hay un gran interés por el «autoconocimiento». ¿Qué te lleva a ti a profundizar sobre este tema? ¿Cuándo recuerdas que comenzó tu particular proceso de introspección?
Creo que todos los buenos libros son de autoconocimiento. Mientras que la literatura de “autoayuda” suele ofrecer recetarios estandarizados y consejos baratos para conseguir un sucedáneo del bienestar, las grandes obras no te dicen qué hacer ni cómo, no te aleccionan o adoctrinan, sino que amplían tu experiencia del mundo, ensanchan tus horizontes mentales y retan tu inteligencia. La buena literatura ha sido una de mis escuelas de vida.
- ¿Qué significa para ti la jardinería?
Aunque a alguno pueda parecerle un sacrilegio, la jardinería puede considerarse una forma de terapia filosófica o terapia del alma, por usar la expresión de Sócrates. Si fuera posible resumir en una sola palabra el ideal de la filosofía, esta seguramente sería eudaimonía o «florecimiento interior». Una de las maneras de procurarlo es cultivar y cultivarse.
Si el de jardinero es el oficio más antiguo del mundo es porque, desde sus orígenes, los seres humanos, llevados por la nostalgia de paraíso perdido o el deseo de un mundo mejor, han cultivado las plantas mientras se dejaban cultivar por ellas.
- ¿Qué lecciones has aprendido de cultivar tu propio jardín?
Una de las lecciones más importantes que se puede aprender de cultivar un jardín o un huerto es la humildad. Cualquiera que haya cuidado de uno o, en su defecto, de una terraza o un balcón con maceteros y jardineras ha aprendido a respetar los ritmos de la naturaleza, obedecer los ciclos de las estaciones, aceptar que hay un momento para podar y otro para abonar, un momento para sembrar y otro para trasplantar. Ha tenido, en definitiva, la profunda experiencia de no estar solo y de ser insignificante, de interdependencia con todo lo viviente y de humilde aceptación de que la realidad es como es.
El jardín también nos enseña paciencia. Los cultivadores trabajan para el futuro. Plantar es ya de por sí un acto de fe. Como escribió el estoico Epicteto, «para comer uvas o higos, hay que dar tiempo a los árboles, dejar que el árbol florezca, que dé frutos y que maduren». Pero conviene precisar que una persona paciente no es alguien al que le falta iniciativa para cambiar el mundo, sino que sabe soportar la espera sin perder su capacidad de sorpresa.
- ¿Consideras que la jardinería es beneficiosa para todos, o que es particularmente terapéutica para algún colectivo en concreto?
Todas las personas sin excepción se benefician de cultivar un jardín o un huerto. Ver crecer lo que plantamos es, sin duda, una de las fuentes de gozo más genuinas. Hay algunos colectivos especialmente vulnerables, como los jóvenes desahuciados por el sistema escolar, las personas con enfermedades mentales o en procesos de desintoxicación, que han encontrado en la hortoterapia y la jardinoterapia un medio de experimentar el sentimiento de comunidad, arraigo y pertenencia.
- ¿Te sientes identificado metafóricamente hablando con alguna planta en concreto? Si fueras una planta, ¿cuál serías?
Siento devoción por algunos árboles, plantas de flor y frutos. Si tuviera que reencarnarme en un árbol, me gustaría ser un algarrobo; si fuera una planta de flor, una Cymbalaria; y como fruto sin duda, una naranja. Cada uno a su manera expresa la paciencia, la humildad y el sentido del asombro.
- ¿Crees que la naturaleza nos ayuda a vivir con más serenidad? ¿De qué manera?
Estoy convencido de ello. En primer lugar, porque las virtudes del cuidado y la espera que ayuda a desarrollar la jardinería y la horticultura son un eficaz antídoto contra el frenesí compulsivo, la codicia insaciable, el descontento con uno mismo y el afán consumista de nuestra época. Y en segundo lugar, porque, como hemos dicho, plantea una relación con la naturaleza basada en el respeto y el conocimiento, y no en la rapiña, el saqueo y la explotación desmedida de los recursos.
Diría que la sed de naturaleza en el urbanita contemporáneo solo es comparable a su hambre de serenidad y paz interior.
- ¿Podríamos decir que la sabiduría se puede alcanzar cultivando tu propio huerto? ¿Cómo se le puede explicar esto a alguien que vive desconectado, viviendo en modo «piloto automático»?
El anhelo de una sabiduría genuina, que nos ayude a vivir con más lucidez y serenidad, late en todas las personas. Esta se reconoce en la felicidad, o al menos en un tipo de felicidad emparentada con «la tranquila posesión de uno mismo» de la que hablaba Séneca y la búsqueda de una forma razonable de placer como sugería Epicuro.
A mi modo de entender, la mejor manera de procurar esa salud del alma es «cultivar el propio jardín», en un sentido metafórico y literal. Cuidar de las plantas nos reconecta vital y espiritualmente con la tierra que pisamos y favorece la concentración en el presente, el diálogo con uno mismo y la paz interior.
- Después de la pandemia, ¿crees que el mundo seguirá maltratando la naturaleza?
No está claro si atravesamos un túnel o asistimos a un ensayo general de lo que nos aguarda, si no somos capaces de frenar el cambio climático. Urge refundar la alianza con la naturaleza antes de que sea demasiado tarde y esté fuera de nuestro alcance decidir nuestro futuro. Antes de que no haya tiempo para rectificar y atravesemos el umbral de un calentamiento irresistible, debemos aprender a conciliar las necesidades de la civilización humana con el cuidado del jardín planetario.
- ¿Piensas que la humanidad extraerá realmente algún aprendizaje del coronavirus?
Si bien es pronto para responder a esta pregunta, la historia nos ha enseñado que las catástrofes aceleran los cambios y clarifican las prioridades sociales. Me preocupa que aprendamos las lecciones equivocadas: interioricemos el sentimiento de alarma permanente, naturalicemos las distancias de seguridad y fortalezcamos los sistemas de control y vigilancia tecnológicos. No me gustaría que la movilidad y la sociabilidad despreocupada se convirtieran en cosa del pasado…
- ¿Puede llevarnos el impuesto aislamiento social a reconectar con la madre tierra?
Hay un dato sorprendente al respecto. Es sabido que, durante los meses del confinamiento, los ciudadanos se aprovisionaron de alimentos básicos y productos de higiene, hasta el punto de que sus existencias se agotaron en los supermercados y grandes superficies. La población no solo hizo acopio de víveres, agua mineral y papel higiénico sino también de semillas, bulbos, planteles, flores, incluso de libros de jardinería y vida salvaje. La reclusión forzosa en nuestras casas desató la verdolatría. Bastó que nos viéramos encerrados entre cuatro paredes para que valoráramos la importancia de un entorno verde, y buscáramos el consuelo y la alegría que nos ofrecen las plantas. El caso es que, desde el comienzo de la pandemia, la industria de la horticultura está experimentando un notable auge. Y lo mismo podría decirse de las publicaciones que abordan temas relacionados con la naturaleza. Tanto es así, que la green writing se ha convertido en uno de los más pujantes géneros literarios.
- ¿Seremos capaces algún día de frenar la degradación de la biosfera?
Nos va demasiado en juego para no hacerlo. Veneramos la naturaleza, pero estamos en guerra con ella. Sabemos en nuestro interior que no somos los dueños del planeta, pero continuamos consumiendo más recursos de los que disponemos y comportándonos con imprudente temeridad. La crisis ecológica encubre una crisis ética y existencial. No habrá justicia climática mientras no hagamos nuestros los valores filosóficos de la moderación, la prudencia, el espíritu crítico y la coherencia de vida. Si algo revela la verdolatría imperante, es justamente la dificultad de conciliar acciones y convicciones.
- ¿Puedes comentarnos en qué proyectos estás ahora?
En unos meses publicaré con la editorial Turner una nueva obra titulada Aprendívoros (El oficio de cultivar personas), con la que se cierra la trilogía que inicié con Jardinosofía y proseguí con Verdolatría. Los tres títulos están íntimamente relacionados e intentan dotar de un nuevo significado a la vieja máxima “vivir conforme a la naturaleza”. Representan mi aportación al coro de voces que, desde distintas disciplinas, celebran la codependencia de todas las formas de vida y define a los humanos no por oposición a la naturaleza sino por su amor a ella.
- ¿Cómo podemos seguir de cerca tu trabajo?
Os animo a que os perdáis por las páginas de mis libros como quien se interna en un bosque, sin brújula ni rumbo. No hace falta seguir una lectura lineal para disfrutar de la experiencia. Ojalá se os peguen a las manos como el barro a las del jardinero.
- Vemos que sigues a Finca Solmark a través de las redes sociales, ¿alguna reflexión en alto que te gustaría destacar?
Veía materializados en los proyectos que lleváis a cabo muchos de los ideales que defiendo en mis escritos. Por eso comencé a interesarme por los contenidos que colgabais en las redes sociales.
- ¿Algún último comentario que quieras compartir con nuestros seguidores y lectores?
-¿Qué le dice un jardinero a otro?
– Seamos felices mientras podamos
SOBRE FINCA SOLMARK
Finca Solmark es un EcoTurismo Rural de origen hispano-sueco que se dedica a la fabricación, comercialización y exportación de aceite de oliva, aguacate y otros productos ecológicos a Europa. Dispone de un alojamiento rural con encanto y de varios proyectos de concienciación, divulgación y educación medioambiental.
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